
El PRD se aboca a tomar decisiones importantes, razón por la cual deseo compartir mis preocupaciones y reflexiones.
Como ya lo dijera hace algunos años, los torrijistas nunca debimos tolerar la crisis del sistema político, social y económico que vivimos desde hace ya un tiempo en Panamá. Con nuestras omisiones y nuestras acciones permitimos la degradación de la política y que la corrupción y el clientelismo se instalaran en la política en posiciones hegemónicas. Y eso le ha hecho un inmenso daño al país y a las familias panameñas.
Desde hace años asistimos al espectáculo de ver cómo los dirigentes y gobernantes se distancian de las necesidades de la gente para satisfacer sus propias ambiciones e intereses. Hoy existe un divorcio total entre las aspiraciones colectivas y el proceder de sus dirigentes, al extremo de que la mayoría de los panameños no se sienten representados por las personas que recibieron su voto y por ende su confianza.
Es evidente que la democracia se ha debilitado, está secuestrada, restringida y en el PRD a punto de desaparecer.
Los panameños están viendo las cifras del crecimiento económico del país sin sentirse parte de ellas; lo que sienten y ven es cómo la riqueza se concentra en unos pocos y a ellos la plata cada día les alcanza menos. Sienten que sus necesidades quedan insatisfechas, mal atendidas o son definitivamente postergadas e ignoradas.
Parece no preocuparnos que la decencia se aleje del quehacer político y que el crimen organizado se esté entronizando en todas las esferas de nuestra sociedad.
¿Cómo es posible que hayan transcurrido diecisiete años desde que en mi administración se reformó la ley de la Caja del Seguro Social sin que nadie desde entonces haya tenido el valor de acometer su actualización?
¿Cómo es posible que si fuimos capaces de unirnos en torno a la recuperación y ampliación del canal y de diseñar un proyecto de país a través de la Concertación Nacional, ahora prime una división y fragmentación permanentes que nos impide mirar con optimismo el futuro y más bien nos está conduciendo a un retroceso?
Los partidos no son solo lo que dicen sus estatutos, son la conducta de sus dirigentes y sus bases, son el papel que juegan ante las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos de todo un país. Hoy existe una desconexión entre quienes dirigen el PRD y los miembros que lo integran, y, peor aún, entre esta dirigencia y la sociedad que la observa, valora y juzga cada día.
Es hora de que los toriijistas dejemos de mirar para otro lado como si aquí no estuviera pasando nada, como si aquí todo estuviera bien. Es hora de reconocer los errores y corregirlos. Es hora de dedicarnos a la tarea de reconciliar el país, de construir una sociedad donde no haya excluidos, de retomar el rumbo que hemos perdido. Es hora de recuperar Panamá y ampliar el futuro de los panameños. Porque esa debe ser la aspiración primordial del verdadero torrijismo.
Año tras año resulta más evidente que el país marcha por un camino equivocado. Se han perdido los principios, se han distorsionado los objetivos, se ha marginado la decencia, se ha hecho costumbre la mentira, y en vez de fortalecer la democracia todos los días se le ponen más obstáculos a su ejercicio.
El PRD está llamado a tomar decisiones que afectarán el futuro del colectivo. Ojalá se tomen a conciencia pensando en Panamá y su gente, pensando en el PRD de origen torrijista y de valores, no en un PRD clientelista y guiado por las ambiciones personales de sus dirigentes.
El PRD lo inspiró un gran hombre, Omar Torrijos, que lo fundó con un objetivo claro e insoslayable: servir a la toda la gente del país. Ese compromiso moral debe ser permanente y no es negociable. Estamos frente a la última batalla en la que se decidirá si prevalece el desprendimiento sobre el egoísmo, y si prevalecen las luces largas y la dignidad sobre las ambiciones individuales y coyunturales.
El torrijismo se defiende con actos de generosidad y se degrada ante el país cuando se usa como un escudo para esconder otros propósitos o cuando no se practica en gobierno y se invoca solo a la hora de las elecciones.
No se trata de un éxito o de un fracaso electoral, lo que está en juego es el futuro de la Nación y a ella no le podemos fallar.
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