
Las Inteligencias artificiales utilizan algoritmos y modelos matemáticos para procesar grandes cantidades de datos y tomar decisiones basadas en patrones y reglas establecidas a través del aprendizaje automático, que es la capacidad de una máquina para aprender de forma autónoma a partir de datos sin ser programada
Los objetivos de la inteligencia artificial incluyen imitar la actividad cognitiva humana. Por ahora, la tecnología ha avanzado a tal punto que puede imitar actividades de aprendizaje, razonamiento, percepción y resolución de problemas.
Uno de los inconvenientes al momento de definir la Inteligencia Artificial tiene que ver con la simple concepción de construir máquinas inteligentes. El concepto va mucho más allá ya que, lo que hace que estas máquinas sean inteligentes es una serie de tecnologías como el machine learning y el deep learning que vienen haciendo un cambio de paradigma en las diferentes industrias.
Origen de la Inteligencia Artificial
La Inteligencia Artificial tuvo su primera aparición en 1950 con Alan Turing y su test (el test de Turing). Este consistía en poner a interactuar a una máquina con una persona. Si la máquina podía mantener la conversación sin que el humano se diera cuenta, esta era inteligente.
Unos años más tarde (1955) John McCarthy acuñó el término de forma oficial en la conferencia Dartmouth, en el que mencionó como objetivo de la IA: «Cada aspecto del aprendizaje o cualquier otra característica de la inteligencia puede, en principio, describirse con tal precisión que se puede crear una máquina lo simule. Intentaremos descubrir cómo hacer que las máquinas utilicen el lenguaje, a partir de abstracciones y conceptos, resuelvan problemas ahora reservados a los humanos y se mejoren a sí mismas».
Inteligencia artificial fuerte (AGI)
Contrario a la Inteligencia Artificial débil, este tipo de IA es más parecido al de las películas en donde las máquinas pueden emular la inteligencia y los comportamientos humanos de una forma estratégica, además de tener la capacidad de realizar tareas complejas.
La IA fuerte está pensada para que el humano no tenga que intervenir en ningún momento y se encuentra poco desarrollada. Un ejemplo de ello pueden ser los coches autónomos o algunos sistemas de robótica en hospitales.
Actualmente, la Inteligencia Artificial sigue siendo un complemento de las capacidades humanas y no un reemplazo.
Superinteligencia Artificial (ASI)
Este tipo de superinteligencia artificial no está desarrollado aún y no se sabe si se llegue a desarrollar y consiste en máquinas conscientes y autónomas. Lo que quiere decir que no buscan simplemente replicar el comportamiento humano sino superarlo en todos los aspectos.
Algunos ejemplos de productos con Inteligencia Artificial
Los asistentes de voz, los compañeros más fieles
Siri, Alexa o Cortana; nombres que hace algún tiempo no nos hubieran dicho nada, pero que hoy forman parte del día a día de muchos hogares.
En 2003 ya se crearon los primeros asistentes personales, pero no ha sido hasta los últimos años cuando se han puesto de moda. O, ¿quién no le pregunta el tiempo a su altavoz inteligente?
La automatización ha llegado al hogar. Robots de cocina, duchas programables en temperatura y música, luces que se encienden solas o rumbas. Sin olvidar, por supuesto, las populares Smart TV, donde dispones de acceso a internet.
El monitoreo de las redes sociales
Por otro lado, cabe destacar el famoso algoritmo de las redes sociales. Tanto las notificaciones como los contenidos que visualizas están predispuestos por inteligencia artificial.
La experiencia de usuario es clave para hacer tu navegación a medida. De este modo, si se te ofrece la información que deseas, volverás con más frecuencia.
Comprar por Internet: el caso del E-commerce
En el comercio electrónico, cabe destacar la IA, a la hora de personalizar tu compra. Los productos destacados aparecerán, en función de tus gustos o búsquedas realizadas.
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